martes, 1 de mayo de 2012

Armonía Clásica Introducción 2


Orígenes de la Armonía
Diafonía – Discanto – Contrapunto – Polifonía

Por motivo de la estructura de sus órganos vocales, los niños y las mujeres cantan normalmente en una octava más aguda con respecto a la voz de los hombres.
Una cantilena monódica, ejecutada por un conjunto de personas de edades y sexo diferentes, no constituye de ningún modo, como se dice comunmente, un canto al unísono, sino una verdadera sucesión de octavas.
Esta disposición, a causa de una razón fisiológica, está desprovista de cualquier carácter armónico, ya que sólo presenta una duplicación de la misma melodía y no de diferentes melodías ejecutadas simultaneamente.
La pueblo vinculado al canto litúrgico, desde los primeros siglos de la Iglesia Cristiana, cantaba entonces originalmente en octavas.
Algunas veces, ciertas voces poco ejercitadas, llegando con dificultad a las notas muy agudas o muy graves, instintivamente las sustituyeron en la melodía por sonidos intermedios más accesibles, creando así una nueva parte, formando con el canto principal un conjunto a veces feliz, horrible las más de las veces.
Fue sin duda observando este situación, que desde el siglo X, ciertos músicos reconocieron la utilidad de determinar y de escribir estas partes intermedias, reglamentando su yuxtaposición con la melodía principal.
Resultó en principio una suerte de acompañamiento paralelo en cuartas y quintas –raramente en terceras- que se llamó diafonía u organum. A decir verdad, estos primeros ensayos de melodías simultáneas son de un resultado algo mediocre.
Los progresos de la diafonía, durante más de tres siglos, parecieron ser prácticamente nulos; ya que ejemplos del siglo XIII que han sido conservados, presentan todavía aglomeraciones de sonidos totalmente inaceptables para nuestro entendimiento moderno.
El gusto por la ornamentación, muy desarrollado a partir de esta época, hizo justicia con la diafonía y fue sustituyéndola poco a poco por una forma nueva, más libre y artística, que puede considerarse como la primer manifestación característica de la armonía.
Alrededor del canto principal (cantus firmus) que las voces del pueblo mantenían (de ahí tenor), cantantes ejercitados improvisaban ciertas bordaduras, en forma dialogada, que fueron llamadas discanto o canto sobre el libro.
Más adelante, estas improvisaciones libres constituyeron formas determinadas, que fueron señaladas por puntos diversamente colocados contra otros representando la melodía principal.
El contrapunto fue lentamente perfeccionándose; hasta el siglo XV, no fue más que un arte casi rudimentario. Hizo falta la habilidad genial de los maestros del siglo XVI para elevarlo hasta las formas tan expresivas de la música polifónica.
Luego, seguido de la búsqueda y el refinamiento exagerados introducidos en la escritura contrapuntística, esta forma cayó en desuso; pero el hecho de hacer escuchar simultáneamente varias partes vocales o instrumentales diferentes, definitivamente ha subsistido, y no hay duda que ha entrado en nuestro arte musical de una manera definitiva.
Este uso, relativamente reciente, como lo hemos podido observar por esta rápida exposición de sus orígenes, ha enriquecido la música contemporánea con un elemento nuevo, considerado hoy muy importante: la armonía.
La armonía resulta entonces de la superposición de dos o más melodías diferentes.
Es recién llegando al siglo XVII, más de cuatrocientos años después de los primeros intentos y ensayos de yuxtaposición melódicos, que los teóricos comenzaron a discernir y a desprender de la polifonía el verdadero principio generador de la armonía, es decir: el Acorde.


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