viernes, 1 de junio de 2012

Armonía Clásica Introducción 18


Aplicación del principio de tonalidad al conocimiento de la armonía


La armonía, debido a la superposición de melodías distintas, no es más que la puesta en movimiento del Acorde, dado que este movimiento es una perpetua oscilación entre las quintas agudas y las quintas graves, entre las dominantes y las subdominantes.
El conocimiento de la armonía se reduce entonces al discernimiento de tres funciones tonales del Acorde, con la ayuda de las cadencias, es decir, a la estricta aplicación del principio de tonalidad.
Visto de esta manera, la noción de armonía es de las más simples y puede resumirse de la manera siguiente:


1.-  no hay más que un acorde, el Acorde perfecto, único consonante, porque, sólo, da una sensación de reposo o equilibrio
2.- el Acorde se manifiesta bajo dos aspectos diferentes, el aspecto mayor y el aspecto menor, dependiendo de si está generado de lo grave a lo agudo o de lo agudo a lo grave
3.- el Acorde es susceptible de cumplir tres funciones tonales diferentes, dependiendo de si es Tónica, Dominante o Subdominante


Todo el resto no es más que artificio: lo que estamos acostumbrados a llamar disonancia, no es más que la modificación pasajera aportada por el Acorde, ya sea por el agregado de notas melódicas, no teniendo con ellas el acorde perfecto más que un parentesco mediato, o que vuelven al mismo, por una  o más notas melódicas de este acorde consonante.
Toda disonancia o alteración no puede ser entendida o explicada más que melódicamente, ya que, destruyendo la sensación de reposo dada por el Acorde, llama a una sucesión o una continuidad melódica.
Todas la combinaciones de sonidos que llamamos acordes disonantes provienen de sucesiones melódicas en movimiento, y pudiendo siempre ser llevadas a una de las tres funciones tonales del Acorde: Tónica, Dominante, Subdominante.
Estas combinaciones necesitando, para ser examinadas, una detención artificial en las melodías que las constituyen, no tienen en absoluto existencia propia, porque haciendo abstracción del movimiento que las engendra, se suprime su única razon de ser.
Toda consideración sobre los acordes, en ellos mismos o por ellos mismos, es entonces ajena a la música: este estudio muy interesante a dado lugar a teorías e incluso a descubrimientos de lo más curiosos.
Pero, transportándolo del dominio de la ciencia al del arte, se ha propagado este error estético tan peligroso que consiste en clasificar los acordes, y establecer reglas diferentes para cada uno de ellos, dándoles por esto mismo una realidad distinta.
Es por esto que los acordes se han convertido muy frecuentemente la meta de la música, cuando no deberían jamás ser más que un medio, una consecuencia, un fenómeno pasajero.


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